12.6.22

Viaje al pasado

 El viernes vi que la programación de mis entradas no había funcionado como debería, por lo que había creado un agujero de varios días sin publicar.

Inaceptable.

Por tanto, decidí juguetear de nuevo con las publicaciones programadas y descubrí que es posible enviar textos al pasado. ¿Es posible? En realidad no lo he probado.

Este texto lo estoy publicando el domingo por la tarde, pero debería aparecer como escrita a las seis de la mañana.

Veamos si es verdad.

11.6.22

¿Y qué hago con los lectores?

¿De qué sirve un blog sin lectores? ¿Acaso sigue habiendo lectores de blogs?

Respóndeme.

Sé que no, porque el contador de visitas de Blogger jamás me mentiría: cero visitas a este campo de pruebas.

Y qué hago al respecto.

He creado una cuenta de Twitter, pero temo usarla hasta que no haya publicado algo de cierto valor. Tengo que dar con una fórmula, con algo que valga la pena. Hasta entonces, seguiré tecleando en la soledad de mi soledad y mi anonimato.

Sirve para practicar, ¿no?

Eso me digo como justificación para no escribir otras cosas: mi diario, mi novela, los correos que me exigen en el trabajo. Cualquier cosa sería de más utilidad que perder el tiempo en este páramo digital.

También me gustaría revisar los textos antes de publicarlos, practicar un poco la edición.

Pero tendría que establecer algún tipo de plan para ello, y ese plan no corresponde escribirlo aquí, sino en itra entrada.

10.6.22

Cómo funcionará el formato de párrafo en esta aplicación

El formato de párrafo por defecto en el editor de Blogger para ordenador es imposible de replicar en esta aplicación de teléfono móvil. Por tanto, he de tomar una decisión: o convierto todas mis entradas en párrafos únicos o me las ingenio para que el formato sea lo más consistente posible.

Estos son los problemas que me asaltan como escritor: ni los temas ni la prosa ni la grandeza: un estúpido conflicto menor que pone de manifiesto mi capacidad para escurrir el bulto, para no enfrentarme a lo importante.

Para seguir siendo, en suma, un mediocre.

9.6.22

Desde el teléfono

Paso demasiado tiempo con el móvil, como mucha gente. Fantaseo con volver a un viejo Nokia y olvidarme de las muchas horas al día que malgasto pegado a una pantallita de luz, atrofiándoseme los ojos y el cerebro, pero ahora tengo un motivo más o menos digno para seguir enganchado: me he descargado una aplicación para escribir entradas en cualquier momento.

Así es muy fácil mantener el blog al día: bastan cinco o diez minutos de aburrimiento, una reflexión cazada al vuelo a golpe de pequeñas pulsaciones con los pulgares sobre la pantalla. Y ya está.

Una solución a dos problemas: mi uso excesivo del móvil y mi falta de constancia.

A ver cómo evoluciona.

8.6.22

Aforismos alemanes

 Ayer estaba tomando una cerveza con un amigo en un bar pegajoso de música igualmente pegajosa, de música muy alta.

El interior del bar estaba prácticamente vacío: hacía buen tiempo y los grupos de gente se emborrachaban en la terraza. Tanto mejor, así podemos hablar con calma.

Algunos temas: Fernando Vallejo, los talleres de teatro, mudanzas, te invito a la siguiente, no, te invito yo, en serio, no quiero más.

Junto a nuestra mesa se sentó una chica rara a leer un libro de aforismos en alemán. Tenía los ojos pintados con rayas que parecían puñales y a pesar de su apariencia dura su cara era dulce. Mi amigo y yo comentamos algo en voz baja, nos la quedamos mirando con impertinencia unos instantes y seguimos nuestra conversación, conscientes de que nunca íbamos a interactuar con esa chica que sólo quería leer un rato, tranquila.

Se terminó su cerveza, cerró el libro, lo guardó en el bolso, se levantó y se fue a su casa.

Mi amigo y yo pedimos una ronda más. También nos fuimos a casa.

7.6.22

Columna o ruina

Fantaseo con coger ritmo y añadir una columna semanal al esfuerzo diario de estas pequeñas entradas.

Porque si lo que hago hasta ahora son pequeñas frases que casi pasarían por versos si tuvieran algo de valor, la columna sería un gran bloque de texto. ¿Cuántas palabras? ¿Quinientas? ¿Mil? Creo que no tiene contador el procesador de texto de Blogger, tan vintage, tan de hace quince años.

Recuerdo que hace quince años yo tenía dieciocho y escribía en Blogger también. Quince años y sigo aquí.

Qué pensamiento tan triste.

Pero volvamos a lo de la columna.

¿Y si los viernes publicara una columna, un texto más largo, centrado en algún aspecto concreto?

Me encantaría ser capaz de hacer columnas circulares, como las de Enrique Vila-Matas, en las que un tema nimio que se menciona de pasada al principio de la columna hace su reaparición inesperada al final.

Columnas eterno-retorno, columnas en espiral, columnas circulares.

Sería mejor que esta ruina de gravilla que voy desparramando cada mañana.

6.6.22

Manos

 ¿Cómo describiría una mano?

Podría hablar de los dedos largos, de las pequeñas imperfecciones, arrugas, pelillos en las falanges, ligeros cortes.

También podría describirlas con una palabra: decir manos de dentista y que todo el mundo entendiera a qué tipo de manos pálidas, finas, limpias y delicadas me refiero.

Yo no tengo manos de dentista, pero casi. A pesar de las pequeñas uñas excesivamente carcomidas por un nerviosismo adolescente; a pesar de la cicatriz del pulgar izquierdo y del pequeño corte en el dorso de la mano derecha, mis manos son finas porque finas son sus muñecas y estrechos los brazos.

Muñecas de niña, me dijo una vez una chica de la que estuve enamorado.

¿Tengo manos de niña? No, pero sí manos adolescentes aunque algo curtidas. Manos de adolescente travieso. Qué palabra más fea, travieso.

¿Cuál es la alternativa? ¿Manos de truhan? ¿De granuja? Horrible.

Tengo manos de repetidor.

5.6.22

El segundo domingo

No podía concebir otro título para la entrada de hoy.

Pero dejemos de ser tan autorreferenciales; hablemos de impresiones, de pequeñas cosas que he visto y que si no registro aquí y ahora se olvidarán.

El otro día salí al balcón y había dos gatos en celo entre los arbustos, gimiendo. A lo lejos, vi otro gato que se aproximaba furtivo, con el mismo brillo en los ojos de los hombres borrachos que pululan por el barrio rojo a altas horas de la madrugada. Desesperación animal.

También recuerdo al tipo del ático del edificio de enfrente, que sale a fumar y se pasea por el balcón como un león en una jaula: un hombre flaco, de pelo largo y triste, de gestos melancólicos y cansados. Pasea su soledad en unos pocos metros cuadrados y sigue trabajando en lo que parece un callejón sin salida. Pero necesita el dinero para tabaco, por lo que vuelve a entrar. Trabaja hasta tarde, pero hace días que no le veo.

El otro día maté a una abeja que se coló en mi habitación.

También preparé un arroz con costillas.

Y un viaje en coche que no hice.

Y otro que sí.

4.6.22

El primer sábado

 He tenido de asegurarme de que, en verdad, es el primer sábado que publico algo aquí. Porque, ¿fue sábado el veintiséis de septiembre?

No, fue domingo.

Entonces no pienso cambiar el título de esta entrada: El primer sábado. El primer sábado en el que, a las seis de la mañana, sale una entrada con tres o cuatro observaciones.

Pero tengo una confesión que debería resultar evidente, ya que es el segundo texto que aparece publicado a la misma hora. No soy un autista kantiano que se ha impuesto escribir todas las mañanas a las cinco y media de la mañana. Simplemente, hoy no es sábado.

Porque es jueves por la tarde, que es cuando estoy escribiendo esto. Es, también, el día en el que he escrito la entrada anterior, cuyo título ya he olvidado.

Antes de ayer, claro. Cómo puedo ser tan despistado. ¿De verdad las pantallas luminosas me están triturando el cerebro? Ojalá sea así, pues la alternativa es aterradora.

¿Quién leerá esto de todas formas? ¿Quién lo leerá un sábado? ¿Hay alguien al otro lado? Por favor, manifiéstate.

Dime que no estoy gritando al aire, como un loco.

3.6.22

Antes de ayer

 No recuerdo casi nada de anteayer.

Por qué tiene que ser así. ¿Serán las cervezas? Recuerdo cuatro. La primera la tomé solo. El acto más triste del mundo para no estar triste en un evento alegre: un concierto.

El concierto en el que corría la cerveza, porque el cantante tiraba vasos de plástico desde el escenario para que el público fuese bautizado con gotas pegajosas de lúpulo, malta, levadura y agua.

Un concierto de gente extraña, barbuda, casi todos hombres salvo esa chica asiática, pequeña y delicada, que con cara de preocupación buscaba perdida entre la multitud a su novio. Cuando lo vio se agarró a él como un náufrago a una tabla, como si hubiera llegado a casa y respiré con ella el alivio de volver con el ser querido.

Yo me fui solo a casa, caminando.

2.6.22

El jugo de la nectarina

 La congestión provocada por una alergia absurda a las puertas del verano.

Una resaca de la que no me arrepiento.

Comer un entrecot de bello marmolado, unas espinacas con ajo y una ensalada de lechuga con sabrosos tomates.

El jugo de la nectarina deteniéndose en mi barba.

Un atasco al salir del supermercado, un atasco injusto, ya que tomé la salida equivocada. Pero puse música y se hizo más llevadero.

El aroma del aceite de barba, que calma la piel reseca que hay bajo la coraza de pelo que impide que me veas tal como soy.

Son cosas de ayer.

1.6.22

Y así continúa

 Pasaron los meses y el blog se quedó tiritando de soledad.

Como la mayoría de proyectos de este tipo, no pasó de un esbozo.

"Al menos lo intentó", pensaría alguno.

Pero se dio cuenta de que tenía que perseverar, porque este blog es un campo de pruebas.

Hay que escribir todos los días, no basta el diario, sino que hay que afinar el pincel, bocetar, jugar con arcilla entre los dedos y moldear pequeñas cosas: un pie, una mano, un ojo.

Por eso quería escribir cada mañana, darse los buenos días con una serie de recuerdos.

Como el de la luz del sol cuando salía a desayunar a la terraza.

O los momentos embarazosos de adolescencia, esas meteduras de pata que le asedian cuando se ducha y no tiene nada más con lo que distraer su mente.

O, simplemente, la mujer detonada que salió de su casa en el mismo instante en el que él paseaba de vuelta a la suya.

No tienen que ser momentos perfectos: sólo recuerdos, bosquejos, impresiones.

Porque las letras pueden combinarse de muchas maneras, pero es mejor ir entrenado de casa cuando toque decir algo importante

26.9.21

Así empieza lo bueno

De madrugada, vio un vídeo sobre un chino que hablaba de escribir cada día y la idea le gustó. Pero no le bastaba con comprarse una libreta y emborronarla a diario y escribir una historia diferente cada día, sino que le apetecía abrir un blog anónimo sobre el que verter unas mil palabras diarias.

Por la mañana se puso a ello.

Descubrió que los blogs ya no se parecían en nada a lo que solían ser: enormemente complicados, enfocados al marketing, generalmente de pago.

Decidió volver a Blogger, donde había tenido un blog de adolescencia y primera juventud, un blog lamentable con historias pasadas de moda, historias atroces de las que se avergonzaba. 

Pensó que tal vez sería distinto, que podría hacer algo grande, algo bonito y algo que valiera la pena: historias sobre lo mundano, prácticas de escritura circular y quién sabe si algún día podría recopilar los escritos más valiosos y publicarlos.

Pero se olvidaba de que estaba aplazando la escritura de su novela. Daba igual, porque el caso era escribir, y mientras pusiera negro sobre blanco cada día, a razón de unas mil páginas diarias, la mejora en la calidad de su prosa debería ser inevitable.

Se prometió fijarse con más atención en cómo lo hacían los maestros, en darle vueltas a la forma, al tono, al tiempo, al narrador. Se dijo que no sería tan pretencioso y que no se lo pensaría dos veces a la hora de pulsar el botón de publicar.

Revisó la primera entrada una vez. Le puso un título. Empezó todo.

Viaje al pasado

 El viernes vi que la programación de mis entradas no había funcionado como debería, por lo que había creado un agujero de varios días sin p...