26.9.21

Así empieza lo bueno

De madrugada, vio un vídeo sobre un chino que hablaba de escribir cada día y la idea le gustó. Pero no le bastaba con comprarse una libreta y emborronarla a diario y escribir una historia diferente cada día, sino que le apetecía abrir un blog anónimo sobre el que verter unas mil palabras diarias.

Por la mañana se puso a ello.

Descubrió que los blogs ya no se parecían en nada a lo que solían ser: enormemente complicados, enfocados al marketing, generalmente de pago.

Decidió volver a Blogger, donde había tenido un blog de adolescencia y primera juventud, un blog lamentable con historias pasadas de moda, historias atroces de las que se avergonzaba. 

Pensó que tal vez sería distinto, que podría hacer algo grande, algo bonito y algo que valiera la pena: historias sobre lo mundano, prácticas de escritura circular y quién sabe si algún día podría recopilar los escritos más valiosos y publicarlos.

Pero se olvidaba de que estaba aplazando la escritura de su novela. Daba igual, porque el caso era escribir, y mientras pusiera negro sobre blanco cada día, a razón de unas mil páginas diarias, la mejora en la calidad de su prosa debería ser inevitable.

Se prometió fijarse con más atención en cómo lo hacían los maestros, en darle vueltas a la forma, al tono, al tiempo, al narrador. Se dijo que no sería tan pretencioso y que no se lo pensaría dos veces a la hora de pulsar el botón de publicar.

Revisó la primera entrada una vez. Le puso un título. Empezó todo.

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