3.6.22

Antes de ayer

 No recuerdo casi nada de anteayer.

Por qué tiene que ser así. ¿Serán las cervezas? Recuerdo cuatro. La primera la tomé solo. El acto más triste del mundo para no estar triste en un evento alegre: un concierto.

El concierto en el que corría la cerveza, porque el cantante tiraba vasos de plástico desde el escenario para que el público fuese bautizado con gotas pegajosas de lúpulo, malta, levadura y agua.

Un concierto de gente extraña, barbuda, casi todos hombres salvo esa chica asiática, pequeña y delicada, que con cara de preocupación buscaba perdida entre la multitud a su novio. Cuando lo vio se agarró a él como un náufrago a una tabla, como si hubiera llegado a casa y respiré con ella el alivio de volver con el ser querido.

Yo me fui solo a casa, caminando.

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