No podía concebir otro título para la entrada de hoy.
Pero dejemos de ser tan autorreferenciales; hablemos de impresiones, de pequeñas cosas que he visto y que si no registro aquí y ahora se olvidarán.
El otro día salí al balcón y había dos gatos en celo entre los arbustos, gimiendo. A lo lejos, vi otro gato que se aproximaba furtivo, con el mismo brillo en los ojos de los hombres borrachos que pululan por el barrio rojo a altas horas de la madrugada. Desesperación animal.
También recuerdo al tipo del ático del edificio de enfrente, que sale a fumar y se pasea por el balcón como un león en una jaula: un hombre flaco, de pelo largo y triste, de gestos melancólicos y cansados. Pasea su soledad en unos pocos metros cuadrados y sigue trabajando en lo que parece un callejón sin salida. Pero necesita el dinero para tabaco, por lo que vuelve a entrar. Trabaja hasta tarde, pero hace días que no le veo.
El otro día maté a una abeja que se coló en mi habitación.
También preparé un arroz con costillas.
Y un viaje en coche que no hice.
Y otro que sí.
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